El libro piensa el problema del capitalismo, especialmente en su etapa financiera, con la mirada puesta en una zona de producción estética incipiente, como lo es la literatura digital. A partir del concepto de “correspondencias”, que Raymond Williams construye en Marxismo y literatura, El susurro recupera un conjunto de características que se constatan en ambos niveles. El carácter autorreferencial que deriva de la autonomización del signo lingüístico, por ejemplo, es una característica tan extendida que la podríamos pensar como la piedra de toque tanto del capitalismo financiero como de la literatura digital. A su vez, el énfasis físico dentro de la producción estética, que toma la forma de la reificación, está ligado históricamente con la materialidad del avance tecnológico. A partir de allí, el libro se pregunta por la potencia crítica de los experimentos digitales, que quizá no radique en bloquear los caminos instituidos por las nuevas tecnologías (es decir, por interrumpir los flujos de la información) sino sencillamente en hacer visibles esos itinerarios en los que nos movemos sin darnos demasiada cuenta.
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